Por Michael Mandelbaum Tras un intenso forcejeo, el presidente Barack Obama consiguió el pasado 2 de agosto la aprobación de una ley presupuestaria para los EE. UU., que combina un aumento del límite legal de la deuda pública con una reducción del gasto federal; así se eludió el riesgo de caer en la primera cesación de pagos en los 224 años de historia de los Estados Unidos. Pero el acuerdo alcanzado tiene tres grandes defectos. Dos de ellos se compensan entre sí, pero el tercero es una amenaza para lo que más necesitarán los Estados Unidos en los años venideros: crecimiento económico. El primer defecto es que las reducciones del gasto son inoportunas, ya que llegan en un momento en que la economía de los EE. UU. está debilitada; se plantea así el riesgo de inducir una nueva recesión. El segundo defecto de la medida aprobada es que la reducción prevista no alcanza. Pero aunque el plan aprobado será insuficiente para resolver el problema de los déficit presupuestarios crónicos y cada vez mayores que aquejan a los Estados Unidos, al menos es probable que en un corto plazo no cause grandes daños a la economía. Sin embargo, el tercer defecto, y el más perjudicial, es que los recortes se aplicarán en los lugares equivocados. Puesto que los congresistas demócratas tienen un compromiso casi religioso con mantener intactos los principales programas de prestaciones sociales para ciudadanos mayores con que cuenta el país (la Seguridad Social y Medicare), el proyecto no toca ninguno de los dos. Pero a medida que los 78 millones de estadounidenses de la generación del baby boom (personas nacidas entre 1946 y 1964) se retiren y comiencen a cobrar las prestaciones, el costo de estos programas se disparará; esto constituirá el mayor aumento del gasto público y del déficit previsto durante los próximos años. Y como los congresistas republicanos son igualmente alérgicos a cualquier suba impositiva (sin importar cuándo o en qué circunstancias), la reducción del déficit estipulada en el proyecto se deberá lograr sin aumentar los impuestos (ni siquiera a los estadounidenses más ricos). Todos los recortes del gasto se harán en la parte “discrecional” del presupuesto federal; esto deja fuera la Seguridad Social, Medicare, el programa Medicaid para los más pobres y los intereses de la deuda pública. Lo que queda para recortar es apenas un tercio del gasto federal total, y gran parte de esa fracción corresponde al presupuesto de defensa, que los republicanos intentarán proteger en el futuro. De modo que el esquema creado por el acuerdo del 2 de agosto concentra la reducción del déficit en la parte del presupuesto federal “discrecional no destinado a defensa”, que es apenas un 10% del total. Esta es una fuente de fondos muy pequeña para el nivel de ahorro que necesitará el país en los años venideros. Peor aún, el gasto discrecional no militar incluye programas indispensables para el crecimiento económico, que a su vez es indispensable para la prosperidad y la posición internacional de los Estados Unidos en el futuro. En primer lugar, el mejor modo que tiene el país para reducir su déficit presupuestario es crecer. Cuanto mayor sea la tasa de crecimiento, mayores serán los ingresos que el Estado podrá recaudar sin necesidad de aumentar los impuestos (y el aumento de los ingresos permitirá reducir el déficit). Además, el crecimiento económico es necesario para mantener la promesa (de enorme importancia para cada uno de los estadounidenses) de que cada generación tendrá la oportunidad de ser más próspera que la anterior, algo que en el lenguaje coloquial se conoce como “el sueño americano”. Y para quienes no son estadounidenses, es igualmente importante el hecho de que solamente un crecimiento económico sólido puede garantizar que los EE. UU. mantengan su función expansiva en el mundo, que sirve de sostén de la economía global y factor de estabilidad en Europa, el este de Asia y el Oriente Próximo. Como Thomas L. Friedman y yo explicamos en nuestro próximo libro, That Used To Be Us: How America Fell Behind in the World It Invented and How We Can Come Back [Lo que fueron los Estados Unidos, cómo quedaron rezagados en el mundo que inventaron y cómo pueden recuperarse], un factor determinante del éxito económico de los Estados Unidos fue la colaboración continua entre el sector privado y el público, que se remonta a los tiempos de la fundación del país, y que ahora está en peligro debido al tipo de recortes que estipula el acuerdo del 2 de agosto. Esa colaboración se compone de cinco elementos: amplias oportunidades educativas que permiten producir una fuerza laboral altamente calificada; inversión en infraestructuras que sostienen el comercio (rutas, centrales de generación de energía y puertos); financiación de actividades de investigación y desarrollo que permiten extender las fronteras del conocimiento con el fin de crear productos nuevos; una política inmigratoria que atraiga y retenga a personas talentosas nacidas fuera de los Estados Unidos; y una regulación de los negocios lo suficientemente firme para impedir desastres como la casi debacle del sistema financiero en 2008, pero no tan estricta que ahogue la innovación y la disposición a correr riesgos, necesarias para el crecimiento. Los primeros tres elementos de la fórmula estadounidense para el crecimiento cuestan dinero. Y ese dinero, que forma parte del gasto “discrecional no destinado a defensa” previsto en el presupuesto federal, ahora está en la mira del acuerdo para aumentar el límite de endeudamiento. Recortar gastos en estos programas reducirá el crecimiento económico de los Estados Unidos en el largo plazo, con consecuencias negativas que se harán sentir tanto dentro del país como en el extranjero. Pretender reducir el déficit ahorrando en educación, infraestructura y actividades de investigación y desarrollo es como querer adelgazar cortándose tres dedos: uno conserva la mayor parte del peso, pero las perspectivas vitales son mucho peores. Para poder elevar el techo de la deuda había que reducir el déficit, pero la manera adoptada por la ley del 2 de agosto es un error. A menos que para lograr esa ineludible reducción se apele en mayor medida a limitar los programas de prestaciones y aumentar los ingresos y en menor medida a recortar programas fundamentales para el crecimiento económico, el resultado será un país más pobre y débil, además de un mundo más incierto y tal vez más inestable. Pueblo en Línea. 10/08/2011 Michael Mandelbaum, profesor de política exterior de los Estados Unidos en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, es coautor junto con Thomas L. Friedman del libro (de próxima publicación) That Used To Be Us: How America Fell Behind in the World It Invented and How We Can Come Back. |
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jueves, 11 de agosto de 2011
Un acuerdo funesto para el futuro de EEUU
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